Cuenta Corriente

 

Alicia Salgado

 

Pemex y Hacienda: un matrimonio sin divorcio

 

El saldo del adeudo acumulado con sus proveedores y contratistas por parte de Pemex, que dirige Octavio Romero, es una contingencia financiera que sigue teniendo un fuerte impacto económico en varias ramas industriales y de servicios del país.

 

La petrolera venía pagando un promedio de 450 mil millones de pesos por año, pero en 2023 aumentó el desfase porque no recibió en tiempo y forma los recursos de las emisiones de deuda del gobierno federal que le permitieran cubrir el calendario de amortizaciones, por lo que tuvo que “echar mano” de su liquidez para cubrir esos vencimientos.

 

A marzo pasado, el saldo de esta deuda sumó 488,604 mdp (unos 30 mil millones de dólares), que se desglosan de la siguiente forma:

 

En 2023 liquidó contratos con valor de 382,894.7 mdp, pero se quedó con obligaciones de pago ya facturadas por servicios contratados por 63,338 mdp. En 2024 pagó, a marzo, 123,082 mdp, y tiene un monto de obligaciones facturadas no pagadas de 100,546 mdp.

 

Así, las obligaciones facturadas pendientes de pago suman 162,881 mdp. Un monto alto para un primer trimestre, pero apenas representa una tercera parte de la “deuda ficcionada”.

 

Resulta que el saldo acumulado de la deuda total de Pemex no facturada, pero con trabajos y materiales recibidos y comprobados, asciende a 323,724 mdp. Esto sí es impresionante.

 

Sume el adeudo facturado con el no facturado y la cantidad se eleva a 488,604 mdp. El problema es que viene el cierre de sexenio y, aunque usted podría suponer que la transición (si gana Claudia Sheinbaum, como apuntan las encuestas) debería suponer continuidad, la realidad es que las deudas no facturadas después de cuatro años de haber prestado y comprobado la prestación del servicio generan pérdidas reales a las empresas y ni el SAT permite acomodar la pérdida no facturada.

 

De ahí que espere que suba la presión de las cámaras empresariales para que Pemex reconozca adeudos, que en el proceso —al que denominaban “la ruta de la bestia”— han transitado de una instancia a otra para ser reconocidos y facturados. ¡Fin a las finanzas ficción!

 

Otro tema financiero relevante: hace tres años, Rogelio Ramírez de la O, titular de Hacienda, le presentó al presidente Andrés Manuel López Obrador una propuesta para que, siendo Pemex un emisor relevante en los mercados globales y el gobierno su garante, dejara de ser la “carnada” de los inversionistas globales a la hora de salir a refinanciar su deuda. El diferencial llegó a ser cercano a 500 puntos base.

 

A mediados de 2021, las emisiones que permiten cubrir los pagos de deuda de Pemex son realizados desde el gobierno federal y éste le aporta la cantidad suficiente para realizar la amortización. Una estrategia que ahorra, pero que es poco transparente para el público y que, no dude, explica el “crédito fiscal” recibido de noviembre de 2023 a febrero de 2024.

 

Hacienda transfiere, pero en el proceso de microadministración puede generar desfaces en la liquidez disponible.

 

Esta estrategia, desde mi óptica, es algo que mejora el costo financiero de la deuda soberana al permitir disminuir la deuda de Pemex al nivel de las finanzas del país en su conjunto, que permite disminuir el costo del servicio de la deuda de Pemex, monto que alcanzó 106 mil 100 millones de dólares en 2021 y que, a la fecha, se ha disminuido a 94 mil 500 millones de dólares; esto es, ha caído 17.9 por ciento.

 

Obviamente, no toda la reducción de la deuda ha sido la caída del servicio, también ha tenido que ver la disminución del DUC, pues Pemex no tiene que salir a financiarse para cubrir, como en sexenios anteriores, el monto de los impuestos que debe pagar al gobierno federal.

 

El monto actual del impuesto que entrega Pemex representa 17% del ingreso de la Federación (incluye DUC, DEH, IEPS retenido, IVA e ISR). ¿Qué pasaría si desde el gobierno federal se diseñara una estrategia similar para ir reduciendo la deuda de Pemex con proveedores y acreedores nacionales? Evidentemente, es un actor relevante de la economía y, como tal, su cadena de valor vive en permanente estrés. El riesgo Pemex no es garantía ni para la banca de desarrollo. ¿O quién me demuestra lo contrario?

 

 Twitter: @allizesalgado


(La columna Cuenta Corriente se publica de lunes a viernes en el periódico Excélsior. Se reproduce con la autorización de la autora).